Los Datos del COVID-19 georreferenciados y su significancia

El reciente brote del nuevo virus SARS-CoV-2 ha afectado nuestra vida, de una u otro forma, con menor o mayor impacto. El gobierno ha tomado cartas en el asunto con medidas de mitigación con una visión cortoplacista con la finalidad de contener el contagio, pero sin una estrategia clara de largo plazo que pueda ser causa de una política pública .

A pesar de ser un tema complejo atingente a la salud de las personas, aún es posible escuchar a líderes de opinión que conceptualizan la pandemia desde una percepción individual, en donde gran parte de la responsabilidad se le traspasa a la voluntad de las personas y al margen del Estado. Es frívolo seguir abordando las problemáticas sociales desencadenadas por la contingencia desde una visión netamente mercantilista, que alimenta y perpetúa el sistema de desarrollo chileno de los últimos 30 años, el que demuestra una vez más que las personas no son la prioridad.

Frente a la complejidad multifactorial de la pandemia, se torna necesaria la incorporación del mundo científico y de las diversas áreas del conocimiento, como actor relevante en la toma de decisiones aplicadas desde el Gobierno a los gobernados, con en el fin de pronunciar la ya conocida frase «La curva se debe aplanar». Es evidente la importancia y validez de usar la ciencia para conseguir estadios de conocimiento, que nos lleven al entendimiento de la evolución espacio-temporal de evento, como la propagación de un virus.

Uno de los componentes que no ha de faltar en la generación de conocimiento es la observación, los datos, los cuales dirigen y consolidan una teoría que dará luces para explicar lo que antes era inexplicable, y así conseguir como mínimo, una “fotografía” de la realidad. Al día de hoy, los médicos no deben escatimar recursos para lograr diagnósticos certeros basados en datos confiables y de calidad desde diversas fuentes según dictaminen sus fundamentados protocolos, con el objetivo de lograr la anhelada verdad/realidad y el avance significativo del conocimiento valioso.

Cuando de datos se trata, nuevamente aparece la evidencia de ciertos personajes, del gusto por jugar con ellos como si fueran dioses, sin dimensionar que es hoy, no mañana ni pasado, el momento en que se debe sintonizar con la relación de fidelidad beneficiosa entre los gobernantes y gobernados. He aquí una muestra:

El medio “Interferencia” publicó el lunes 11 de mayo un reportaje con datos georreferenciados de los pacientes contagiados; según fuentes del Minsal. Hasta esa fecha, ni los Seremi de Salud podían acceder abiertamente a esa información (https://interferencia.cl/articulos/exclusivo-estos-son-los-mapas-de-contagio-de-covid-19-que-manalich-mantiene-en-secreto.), induciendo a la especulación, a rumores, y a la incertidumbre. Esto lleva a abrir una discusión correspondiente a un país que dice ser del siglo XXI, planteando la transparencia y gestión de los datos, teniendo como causal de la protección del derecho de las personas. Nace una pregunta básica ¿por qué no se reconoce que existe el mal uso de los datos personales?, ¿por qué me siguen llegando ofertas de un producto X a mi correo y mi celular personal? Se hace notar la significancia de contar con una política de acceso abierto a datos de salud, como fue condicionalmente declarado por los científicos que participaron de la mesa de datos del COIVD-19, así como otros igual de relevantes.

En relación a los datos generados y administrados por los entes públicos, considerados como fuente de licitud, no habría contradicción al entregar datos a niveles desagregados, con los resguardos que merecen, a quienes los solicitan.

Se necesitan respuestas a lo expuesto. Vivimos en la era de la digitalización, sustentada por comunidades colaborativas las que tienen como combustible la data. El flujo y análisis constante compartido de los datos, decantan en alcanzar virtuosos espacios que abarcan modelos y algoritmos para poner en marcha la inteligencia artificial colectiva con evidencia irrefutable. Nacen impulsos claros para ver esta crisis como una oportunidad histórica para cuestionarnos la forma en que se han teorizado los modelos de desarrollo y dar el salto a la “economía digital”.

Los expertos científicos llevan semanas solicitando mayor transparencia en la entrega de microdatos, datos desagregados, anonimizados de los contagiados por COVID-19, además de las cifras sobre el rendimiento, capacidad hospitalaria y de la aplicación del test PCR. Con el fin de realizar distintos modelos que estiman la evolución de la pandemia, y poder colaborar con la estrategia del Gobierno para afrontar esta crisis. Se espera que antes de que este artículo sea público tengamos acceso a los datos a todo nivel.

Los análisis y visualizaciones más comunes propuestos hasta ahora, se desarrollan dentro de un contexto de información limitada. Con uno nuevo, de datos georreferenciados disponibles, se podría evaluar el comportamiento desde otros enfoques, teniendo en cuenta aquellos factores posibles de confusión que pueden aparecer al agregar las escalas de variabilidad. Problema llamado en estadística la “Paradoja de Simpson”.

La Región del Biobío es la tercera con mayor densidad poblacional, la segunda en la proyección de capacidad de camas intensivas a nivel nacional, de acuerdo a lo entregado por el Sistema Integrado Covid-19 y además presenta un persistente aumento diario de casos nuevos de contagios. Es relevante que todas las comunas generen una planificación que propenda a conseguir estrategias sanitarias eficientes. Se hace más emergente, entendiendo que la Región Metropolitana se está consumiendo la infraestructura para atender a los casos positivos y tiene como alternativa la de las regiones restantes.

Antes de tener conocimiento de la tenencia de los datos georreferenciados del MINSAL, sólo se lograba desplegar resúmenes de los índices espaciales discretizados a nivel comunal (ver Figura 1, incidencia), al 15 de marzo. Considerando que las personas se movilizan independientemente de los límites políticos-administrativos comunales, estos resúmenes son limitados a una escala espacial mayor. Nuevamente queda en evidencia que los datos alimentan los criterios de planificación territorial y sanitaria

Se debe apuntar al análisis continuo, aumentar la resolución espacial desde lo local para presentar los datos desagregados por ciudades, barrios y/o poblaciones, o discretizar el territorio por medio de polígonos de influencia centrados en puntos estratégicos como, por ejemplo, los CESFAM.

En la Figura 2 y 3, desarrolladas desde datos simulados de un patrón puntual espacial agrupado, se aprecia una estimación de la densidad de casos positivos con covid-19. Se muestra la potencialidad del uso de los datos desagregados, en principio, para definir un criterio de zonificación de los focos de contagio, medidas de mitigación como cordones sanitarios o cuarentenas, o para focalizar recursos e infraestructura que impacten efectiva y eficientemente el control de las consecuencias negativas que está produciendo la crisis a la ciudadanía. Además de la potencialidad de implementar muestreos aleatorios (probabilísticos) por conglomerados específicos de acuerdo a la zonificación de la intensidad de los diferentes índices de vigilancia de la pandemia.

Está claro que las medidas o protocolos que aplica el gobierno tienen efectos directos para la población. Si se dimensiona la gravedad de la crisis que estamos viviendo no sólo desde una perspectiva catastrófica sanitaria y social, sino que como una oportunidad de transformación política involucrando a los desarrolladores de conocimiento de todas las regiones, y además a los actores sociales, sin duda se daría de una vez un inicio para a crear una sociedad democrática desde lo comunitario y territorial como alternativa de inserción beneficiosa en los ciclos complejos de los tiempos venideros.

Por Bernardo Lagos Álvarez y Nixon Jerez Lillo.

Prensa

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