Al menos 23 iraquíes, en su mayoría policías, murieron en dos atentados suicidas ocurridos en una calle de Ramadi.
El gobernador de la provincia de Anbar fue uno de los 60 heridos, a pesar de que los primeros reportes lo daban por muerto.
Los ataques realizados en un área bien protegida de la ciudad fueron detonados por un hombre en un auto estacionado y otro que caminaba en la multitud, disfrazado de militar.
Los analistas culpan a al-Qaeda por estos actos, en un intento por desestabilizar al país mientras se acerca el período electoral.
De los muertos, 18 eran uniformados y entre ellos se incluye el deceso del jefe de la policía local.
El gobernador salió a ver el daño tras la primera explosión, momento en el cual el segundo terrorista aprovechó de detonar sus explosivos, mientas se acercaba al político.
Éste sufrió de quemaduras en su rostro y heridas en su abdomen, según informó un doctor a una agencia de noticias.
Anbar fue el corazón de la insurgencia islámica sunita, tras el derrocamiento de Saddam Hussein, pero se volvió relativamente segura cuando los líderes tribales se enemistaran con al-Qaeda en 2006.