Reino Unido repudió las acciones del gobierno chino por ejecutar a un británico que ingresó a su país portando drogas.
Akmal Shaikh, de 53 años y proveniente de Londres, fue sentenciado a muerte tras ser sorprendido con sustancias ilícitas, a pesar de los alegatos ingleses de que el hombre sufría de inestabilidad mental.
El ministro de Relaciones Exteriores inglés dijo que China falló hasta en sus responsabilidades más básicas hacia los derechos humanos.
Por su parte, la embajada china dijo que Shaikh no tenía registro de enfermedad mental.
Hasta el último momento su familia hizo llamados en forma desesperada, apelando a una desorden bipolar como atenuante, pero la corte no tomó en cuenta sus demandas.
El Primer Ministro Gordon Brown, dijo estar horrorizado por la ejecución y el gobierno chino advirtió que un exceso de críticas hacia el caso, dañarían la relación entre Reino Unido y el país asiático.
La embajada china emitió un reporte posterior a la muerte en el que afirmaba que los derechos del prisionero fueron «respetados y garantizados» y que las inquietudes del gobierno británico fueron «anotadas y tomadas en consideración».