La incertidumbre se ha apoderado de nuestra sociedad, no sabemos que pensar ni a quién creer. En tiempos de hiperconectividad el exceso de información se vuelve una variable difícil de manejar. Los medios de comunicación formal, repiten una y otra vez noticias catastróficas, aumentando la percepción de vulnerabilidad e incertidumbre. Las redes sociales no tiene filtro y abundan las fake news. Se vuelve muy difícil distinguir la realidad de la fantasía, lo solidario de lo maquiavélico, lo generoso de lo tendencioso. Esta situación genera altos montos de ansiedad en las personas, se recomienda conversar con tus familiares y amigos, para construir explicaciones satisfactorias para nosotros y nuestro grupo de apoyo, de manera tal que podamos aproximarnos a una idea que hayamos elaborado como colectivo y descansar en ella. Es importante construir una rutina que nos ayude a organizar el tiempo en casa, alternado entre actividades individuales y colectivas de recreación y encuentro. Si estas sólo en casa, la tecnología se vuelve un importante aliado para conectarse e interactuar con otros significativos.
Los seres humanos somos seres gregarios, vivimos y nos desarrollamos en sociedad. La variedad y cantidad de interacción sociales diarias se han convertido en un importante indicador de Salud Mental. La solicitud de aislamiento para aplanar la curva epidemiológica, pone en tensión nuestra intrínseca necesidad de agruparnos y compartir con nuestros seres queridos. Nuestras necesidades individuales se encuentran en tensión con el bien común. La capacidad de postergar la gratificación de nuestra necesidad de socializar, en función del bien común, nos muestra una conducta madura, solidaria y colaborativo, que se agradece en tiempos de egoísmo e individualismo. Ésta situación nos vuelve a conectar con el otro y nuestra necesidad primaria de ser con otros y para otros.
La pandemia se transforma en la paradoja de la modernidad, nos obliga a estar en nuestras casas, nos obliga a encontrarnos con nuestros hijos, padres, hermanos, con la cotidianeidad, con el convivir días a días, con cocinar, con hacer aseo, con lavar, con educar en casa, tener tiempo para nosotros, solo para nosotros… lo paradójico que la tensión es agobiante, la incertidumbre ahoga y la presencia plena asfixia.
Gregorio Valenzuela Gambi
Psicólogo Clínico
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