Texto: Marcel Socías Montofré
Arte Visual: Azarías Muñoz Zúñiga (AZA)
Nuestra entrevista de hoy es con Pablo. Sibarita y juguetón. Como todo poeta. Y para la cocina tiene verso. De lujo su caldillo de congrio. Pacífico. A la orilla de los deseos concedidos…
A 109 kilómetros de Santiago de Chile, en la Ruta de Los Poetas, a fuego y rima sus mascarones. Como la Guillermina. Ella se lo lleva a la cocina. El congrio en su gloria. Para hacer historia. Como un guante suave en la Isla. Negra la piel manchada del congrio por crepúsculo. Lo desnuda -al congrio- como racimo en vino.
Pero no se olvide de acariciarlo primero. Encienda la radio. Una canción desesperada. Macere el apetito. Deje calentar a fuego lento. Tome su tiempo. Entre 15 y 20 poemas al amor. Al ajillo y con aliño, cebolla y redondo el tomate. Cuando la cebolla esté dorada como el atardecer eche a cocer camarones y ventanidades. Sal a gusto. Busque el punto. En la olla se desolla…
Añada aceite. Imprégnese de poesía. Es un manjar. Espeso en rosa. Tesoro y esencia de Chile. Mesa para todos y también los amigos del Winnipeg. Es un buen plato el caldillo de congrio. Para conocer el cielo…
Por cierto, también está la receta que escribe Pablo en su voz y tantas otras. Esa sí que es un Nobel de buen gusto por compartir. Pero no se amilane. Cocine también la suya por vida propia… y confiese que ha vivido.