#Noticias de vida y partida por un corazón donado…

Por Marcel Socías Montofré, ex periodista de comunicación corporativa

Por favor, búscame. Hazlo aunque sea bajo este oscuro cielo como panza de burro gris. Búscame si quieres entre los últimos respiros de madrugada en la Plaza de Armas de Santiago de Chile. También puedes hacerlo en los faroles del Parque Forestal o en aquellos domingos de familia en el Cerro Santa Lucía. Domingos santos después de misa en la Catedral Metropolitana. Domingos embriagados de los que van en taxi al Mercado Central, de los mariscos, el salmón al horno, las almejas con queso, las aceitunas verdes, las gordas y ácidas, las pequeñas y dulces. Divinas aceitunas. Domingos con vista a la cordillera de Los Andes y tus palabras tan de preludio en flor:
-Nunca me abandones un domingo –dijiste con voz de presagio-, son tan personales…
Domingos de compras en el supermercado, de ofertas a tres por el precio de uno, degustaciones, la mujer con minifalda, el adolescente que la mira con ansias, la anciana que nos ocupa la fila, el calvito que nos vigila con su delantal blanco, las cajeras con ojeras, el guardia del supermercado, las manzanas frescas, las uvas, las sandías sin calar, los ajos, el vino y las cebollas para la ensalada a la chilena y el asado.
Domingos de los que escapan en feriado largo al puerto de Valparaíso por la ruta 68, o los que se quedan de vogeur en la ciudad, surfeando autopistas por las venas agitadas de nuestra ciudad.
Búscame en los domingos tirando la basura en la vieja calle Cienfuegos, desde balcones con calcetines recién lavados, rieles de tranvía, loft y conventillos bajando en Transantiago por calle Santo Domingo, pasando por la Plaza Brasil, la clemencia de las palomas por los viejos que les tiran migas de pan, el obrero en su día libre que enamora a la empleada del Parque O´Higgins, el poeta en bicicleta que navega su mirada en el río Mapocho, el hippie cuarentón, los hipsters y hasta Amélie en su melena del Barrio Lastarria.
Es sólo un sonido…, me dije al entrar a la autopista.
Búscame en la feria de libros usados del Parque Almagro, en la ropa americana tomando por calle Bandera, en el clocharde chileno que nos pide unas monedas, al menos la mirada, su aliento a vino, los esqueletos de hierro tendidos sobre el Río Mapocho, la pérgola de Avenida la Paz, cerca del cementerio y el hospital psiquiátrico, en los que pasean sus bicicletas por el Parque de Los Reyes, los que se aman para siempre dibujando corazones en los almendros, los corazones rotos de nuestra ciudad, las miradas rotas, la memoria trizada y los grifos amarillos y sin agua para tanto incendio de la nostalgia.
Búscame en los trasnochados y ochenteros punkies y los trasch, con sus ventanas cerradas por las canas y la decepción, sin saber que afuera todavía es posible ser domingo, bendito domingo en Santiago de Chile, inocente domingo que pasa por nuestras narices y que logramos atrapar cuando ya no lo tenemos, cuando se ha ido lejos, cuando la muerte nos ha llevado lejos…
Mañana llevaré el auto para que lo revisen –te dije con la voz de modorra del que sabe que miente…
Búscame en este domingo tan propio y personal… este domingo que es lo único que nos va quedando como derecho de ciudadanía, porque todavía sabemos dónde abrirlo, sabemos dónde están los bares de última hora, las panaderías para el hambre del amanecer, felices como los vagones del Metro que corren por las venas de la ciudad, de la línea Uno a la Cinco, de la estación Neptuno a los andenes de la estación Cal y Canto. Ese domingo en los andenes de mi corazón. Por eso y por favor, no me liberes al mundo hoy.
No alcanzó a frenar…dijo el testigo.
Son nuestros domingos, como en ninguna parte del mundo. Los domingos que llevamos a cuestas, pegados como costras en la rodilla del niño que recordamos por lo que quisimos ser y no fuimos… por eso te quiero en mis recuerdos, para tropezarme una y otras vez contigo.
-Pero hay otras vidas que salvar…-, dijo el médico con voz de sentencia y final.
Pero por favor y de todo sentimiento… búscame. Mientras te busco y no te encuentro. Porque ahora todo es silencio y poco a poco me acomodo en mi eternidad. No te quedes sentada en aquel frío pabellón de la Postal Central. Búscame porque mi memoria te espera… es lo único que queda después del accidente de anoche sábado….Ese trasplante de recuerdos que se llevó mi corazón… el mismo que hoy salió a palpitar por los barrios de Santiago en el cuerpo de otro cuerpo…
Tan sólo eso… y una caricia despoblada de tacto.

Marcel Socias

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