Siempre que escucho por los altavoces de la playa que se ha perdido un niño pienso que he sido yo. Ahora, sin embargo, me ha dado por pensar que definitivamente me quiero perder contigo en alguna orilla deshabitada de reversa en la mirada.
Sólo entonces podré pedirte que me leas en susurro mientras dejas dormir tus pensamientos. Sólo entonces descubriremos que el tiempo, la luz y el color caminan de puntillas. Mudos. Ingrávidos. Transparentes. Hasta que tú apareces…
Porque siempre apareces. Como esa esa luz que sin sonido habla, que sin piel roza, que sin peso desequilibra, que nos araña y nos ama, nos muerde y nos besa.
Esa luz de cristal que tiene la melancolía frágil. Como la luz que poseen algunos faros. Esa luz peregrina que tanto se parece a la contemplación de un nómada, a una estrella fugaz, como una hoguera en una playa deshabitada (con los altavoces silenciados por el ruido de tu ternura).
Palabra que te debo y escribo como un pestañeo donde me caminas con la piel descalza, como el guiño de esta hermosa suerte de haber entendido que los altavoces llaman por dos niños, mientras tú y yo nos hacemos de sordos, nos escuchamos de miradas y nos abrazamos para que el mar se lleve nuestras soledades y nos deje tranquilos en la orilla donde por fin podamos construir aquellos castillos de arena que dejamos inconclusos. Pétalo por Dédalo para desplumarse por fuera y volar por dentro. Allí donde habita lo que siempre quisimos ser y aún espera por nosotros…
…con flores y sin espinas,
tan sólo por escribirte
y el gusto
de pinchar aquí para seguir escuchándonos…
(Poemas del Libro Ventanidades)
Marcel Socías Montofré
Amanuense y corresponsal en Nueva York para los amigos
El Tabo. Ruta de los Poetas. Chile. De océano y Pacífico
Mayo 26 de 2018