Una corte en Bagdad ha sentenciado a 11 iraquíes a la muerte por su participación en múltiples explosiones en agosto.
Más de cien personas murieron en los ataques perpetuados en las cercanías de los ministerios de gobierno.
Los ataques, los peores del año, fueron un gran traspié para un gobierno que ponía todo su esfuerzo en fortalecer la seguridad.
De los sentenciados a muerte, se incluye a Salim Abed Jassim, quien confesó haber recibido fondos para el ataque de parte de Brigadier General Nabil Abdul Rahman, un antiguo oficial del ejército del gobierno de Saddam Hussein, ahora radicado en Siria.
También fue condenado a la horca Ishaq Mohammed Abbas, un líder de al-Qaeda en Irak y su hermano Mustapha.
Las bombas del 19 de agosto detonaron en cuestión de minutos en las afueras de los ministerios de Relaciones Exteriores y Finanzas, matando a 106 personas e hiriendo a otras 600.
Otros ataques perpetuados en octubre y diciembre a edificios de gobierno, también lograron matar a otros cientos más.